En este artículo publicado por DefensaNoticiasEl coronel retirado de la Fuerza Aérea estadounidense Keith Zuegel, piloto de combate que participó en la Operación Tormenta del Desierto, ofrece una evaluación alarmante del estado actual de la Fuerza Aérea estadounidense. Según él, con sólo 55 escuadrones de cazas en actividad, la Fuerza Aérea estadounidense ya no tiene el tamaño crítico para garantizar la superioridad aérea sea cual sea el teatro de operaciones.
Según él, el F-35 debe entregarse en mayor número a la Fuerza Aérea de los EE.UU., el único avión en producción hoy en día, según él, capaz de sobrevivir en un entorno bélico moderno. Aunque del F16 se produjeron más de 180 unidades al año, lamenta que el ritmo de entrega del F35 se estanca entre 50 y 6 aviones al año.
Particularmente interesante es el argumento esgrimido por el autor para justificar el aumento de pedidos y entregas de F-35 a la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Según él, el F-35 es el único avión moderno de quinta generación que se produce en Occidente, más concretamente en Estados Unidos. Ante el empeoramiento de las amenazas, la única solución parece ser aumentar efectivamente la producción del F-5. Por tanto, se trata, en cierto modo, de una elección “predeterminada”.
El autor basa así las prestaciones del F-35 en su sigilo, la única tecnología capaz, según él, de garantizar la supervivencia de un aparato en un contexto moderno. Este argumento es eminentemente discutible, debido por un lado a los importantes límites del sigilo del F-35, limitado al sector frontal, en una configuración suave, y por tanto con un radio de acción y capacidades de carga de armamento muy limitados. también limitado.
Por otro lado, Rusia, al igual que China, ha comenzado a desplegar radares de banda UHF y VHF en sus dispositivos de defensa aérea, como el S-400. Sin embargo, las tecnologías utilizadas para aumentar el sigilo del F-35, como el F-22, el Su-57 y el J-20, no son muy efectivas contra los radares de baja frecuencia. También cabe señalar que, si bien el F-35 tiene una firma de radar reducida, este no es el caso de su firma térmica. Sin embargo, el F-35 no cuenta con un sistema óptico IR muy eficiente, a diferencia del Su-35 por ejemplo, o el OSF del Rafale, permitiendo identificar un objetivo a 50 km de distancia sin emitir la más mínima onda de radar.
En otras palabras, la extraordinaria capacidad de supervivencia del F-35, presentado como el Alfa y Omega de la guerra aérea por el coronel Zuegel, está lejos de estar tan demostrada como él declara.
En segundo lugar, también sorprende que toda la manifestación no incluya, en ningún momento, referencia alguna a los problemas de costes de compra y mantenimiento del F-35. Porque, si a Lockheed le gusta anunciar que el F-35 A se ofrece hoy por 90 millones de dólares, el hecho de que este precio no incluya el precio del motor, una pizca de 15 millones de dólares, y el equipamiento esencial, pero no suministrado por Lockheed, generalmente se pasa por alto en silencio. De hecho, los F-35A ofrecidos a Bélgica tienen un precio de 150 millones de dólares cada uno. Tampoco se hace referencia a los 60.000 dólares por hora de vuelo que cuesta el mantenimiento del F35A, ni a la disponibilidad de menos del 50% de la flota, una cifra problemática en la medida en que los aviones sólo experimentan una restricción.
Es comprensible que este artículo nos permita vislumbrar la estrategia final de Lockheed con respecto al F-35, es decir, ser la única alternativa a las necesidades de cazas de la Fuerza Aérea de los EE. UU. y, en consecuencia, a las fuerzas aéreas occidentales. Los países que han elegido, o elegirán, el F35, no sólo renuncian a su independencia tecnológica y de defensa de Estados Unidos, sino también de Lockheed. Una situación contra la que el presidente Eisenhower siguió luchando y advirtiendo al Congreso y a los aliados de Estados Unidos.