Con los programas Kh47M2 Kinzhal, 3M22 Tzirkon y Yu-74 Avangard, Rusia ha tomado una ventaja significativa en el campo de las armas y misiles hipersónicos. Pero el presidente Vladimir Poutine no tiene la intención de dormirse en los laureles y capitalizar este avance desarrollando sistemas de defensa contra estos misiles hipersónicos.
El interés por Moscú es doble. Por un lado, el desarrollo de sistemas antimisiles capaces de interceptar armas hipersónicas neutralizaría efectivamente la amenaza, aunque Occidente solo está tratando de desarrollar sus propios misiles hipersónicos. Recuerde que la Fuerza Aérea de EE. UU. Está a la espera de las primeras pruebas de misiles hipersónicos para 2021, y que el misil franco-británico FMAN / FMC, también supuestamente hipersónico, no debería entrar en servicio antes de 2027.
En segundo lugar, esto permitiría a las industrias rusas ofrecer a la exportación equipos sin equivalente en el mercado internacional, capaces de proporcionar un grado de protección inigualable durante varios años. Dado el éxito de las exportaciones rusas con los sistemas antiaéreos y antimisiles S-300 y S-400, tener un sistema que combine capacidades de armas antiaéreas, antibalísticas y antihipersónicas ciertamente encontraría compradores en el ecosistema de defensa internacional.
Por último, cabe señalar que esto reforzaría la resistencia de Rusia ante un ataque preventivo, mientras el país desarrolla, al mismo tiempo, programas de misiles balísticos de corto y medio alcance, y misiles de crucero hipersónicos, capaces de realizar estas primeras pulsaciones de teclas, o de responderles. En otras palabras, Rusia obtendría una ventaja significativa sobre la OTAN en un área que siempre ha sido considerada estratégica por los países de la alianza.