Apenas unos días después de que un dron MQ-9 Reaper, que vigilaba el Estrecho de Ormuz, fuera atacado por lo que parece ser un misil SA-7 modificado, disparado desde un barco iraní, las autoridades estadounidenses han reconocido la destrucción de un MALE RQ-4. Dron Global Hawk (y no MQ-4C como se había declarado anteriormente) que estaba realizando una misión de inteligencia en este mismo estrecho. Según la versión estadounidense, el avión fue destruido en el espacio aéreo internacional, mientras que, evidentemente, según la versión iraní, había penetrado el espacio aéreo del país.
Se trata de un paso más en el aumento de las tensiones entre los dos países de la zona, ya que el Primer Ministro iraní acaba de aclarar que el plazo de 60 días negociado entre Irán y los actores del acuerdo sobre la renuncia del país a la producción el suministro de armas nucleares no se ampliaría, lo que plantearía una amenaza adicional a la paz en la región. A este respecto, el jefe de la diplomacia francesa, JY Le Drian, afirmó esta mañana que, aunque todavía hay tiempo para llegar a un acuerdo, todavía no se vislumbra ningún acuerdo con Teherán.
En esta cuestión está en juego el mismo problema que en la cuestión norcoreana o, aunque no tenga las mismas consecuencias, en la cuestión turca. Las presiones estadounidenses son tales que los gobiernos que son objeto de ellas no tienen ninguna posibilidad de encontrar una salida sin alterar su imagen de fuerza frente a su población y, por tanto, preservar su sostenibilidad. Por tanto, es inconcebible que las autoridades iraníes, cuestionadas también por la juventud del país, den signos de debilidad, incluso frente a Estados Unidos, a riesgo de ponerse en grave peligro. A partir de entonces, las únicas opciones son, como las que le quedaron en su tiempo a Saddam Hussein, la guerra contra Estados Unidos o la guerra civil, o incluso ambas, como en el caso iraquí.
En ausencia de un cambio profundo en el enfoque diplomático estadounidense, ya sea hacia “enemigos tradicionales” como Irán o Corea del Norte, grandes potencias como Rusia y China, o sus aliados, como Turquía e incluso la Unión Europea, el país no sólo corre el riesgo de aislándose en la escena internacional, pero los riesgos de enfrentamientos, incluso globales, que siguen aumentando, pueden acabar convirtiendo en enfrentamientos a auténticos militares. En este sentido, podemos trazar un paralelo entre la trayectoria de Estados Unidos en los últimos 100 años y la del Imperio Romano entre los siglos I y IV que, tanto por la presión e intransigencia que mostró hacia sus vasallos como ante sus adversarios , acaba desplomándose sobre sus propias certezas.