Mientras que las 3 principales potencias militares mundiales, Estados Unidos, China y Rusia, parecen haber entrado en una nueva carrera armamentista tecnológica, las industrias europeas siguen comprometidas en programas cuyo cronograma parece desfasado con el ritmo tecnológico dado por estas superpotencias. Sin embargo, si bien la contraprogramación puede ser una herramienta eficaz de conquista del mercado, también puede tener consecuencias muy perjudiciales en determinadas circunstancias para la propia supervivencia de la industria de defensa europea. Entonces, ¿cómo podemos analizar la estrategia europea, sus orígenes y sus previsibles efectos a medio y largo plazo?
Programas europeos contra los tiempos
Desde mediados de la década de 2010, parece que las 3 grandes potencias militares estadounidenses, chinas y rusas han relanzado una carrera en tecnología de defensa. Se caracteriza por la proliferación de contratos para modernizar el equipo de las fuerzas con equipos más modernos y, a menudo, una ruptura doctrinal con los que están en servicio, así como por importantes avances en campos tecnológicos completamente nuevos, que probablemente cambiar fundamentalmente la acción militar. Al mismo tiempo, los europeos, aunque han mostrado una iniciativa renovada en los últimos años, siguen apegados mayoritariamente a programas más convencionales, y solo vislumbran un avance tecnológico en un marco temporal mucho más lejano que las naciones. de referencia.
Fue China, y especialmente Rusia, la que inició la carrera tecnológica actual. En el lado ruso, se caracteriza por programas como Su-57 Delincuente, el tanque de batalla T-14 Armata, o el Sistema antiaéreo S-500. Por otro lado, el país ha desarrollado una serie de tecnologías de punta que le otorgan una notable ventaja sobre la OTAN, particularmente en el campo de las armas hipersónicas, con el misil balístico aerotransportado Kinzhal, el misil antibuque 3M22 Tzirkon y nuevamente el planeador atmosférico Avangard. A esto se suman los programas de modernización de equipos actualmente en servicio, como los tanques T-72B3M o T-90M, los aviones Su-34 y Su-35, los submarinos Anteï y Kilo Mejorado. El objetivo de todos estos programas es dar a Rusia, para 2030, una innegable ventaja tecnológica y militar numérica sobre el componente europeo de las fuerzas de la OTAN.
Estados Unidos ha tomado la medida de las convulsiones en curso y ha puesto en marcha, desde 2015, una serie de programas destinados a neutralizar lo antes posible este avance tecnológico en beneficio de sus posibles adversarios. El ejército de los EE.UU. lanzó así el gran programa BIG-6, con el objetivo de reproducir los éxitos del programa BIG-5 de los años 70 que vio aparecer el vehículo de combate de infantería Bradley, el helicóptero UH-60 Black Hawk o el misil Patriot, y que le dio el ascenso tecnológico en el campo de batalla durante más de 30 años. La Fuerza Aérea de EE. UU. está inmersa en una profunda evolución de su flota, con el programa F35A para su flota de cazas, el KC-46 para su flota de aviones cisterna y el B-21 para su flota de bombarderos estratégicos. En cuanto al Ejército de los EE. UU., el objetivo es alcanzar un nivel operativo en 2030, para poder hacer frente al desafío que plantea Rusia y especialmente China. Entorpecida por las consecuencias de varios programas mal diseñados y que requieren muchos créditos, como los destructores Zumwalt o las corbetas LCS, la Marina de los EE. UU. parece estar en retirada hoy, especialmente porque es incapaz de cuadrar el círculo que representa su planificación. Pero ha logrado avances significativos en cuanto a buques autónomos, ya sean de superficie o submarinos, hasta el punto de representar ahora para muchos una solución preferente para dar respuesta al fortalecimiento de la armada china y sus capacidades tecnológicas navales.
Europa, por otro lado, simplemente no tiene ningún programa de avance tecnológico en curso con una fecha límite operativa anterior a 2035, o incluso a 2040. El programa deluchador FCAS de nueva generación franco-alemán no entrará en servicio antes de 2040, y el programa de tanques MGCS Next Generation apunta a 2035 como fecha de entrada en servicio. En cuanto a los programas de helicópteros, todos siguen siendo desconcertantemente clásicos frente a a los programas FARA o FLRAA americana. Actualmente no existe ningún programa avanzado relacionado con armas hipersónicas ni sistemas capaces de contrarrestar estas armas. De hecho, hasta 2035, en el mejor de los casos, los ejércitos y las industrias europeas desplegarán aviones de combate de la generación Rafale o Typhoon, carros de combate de la generación de Leopard 2 o Leclerc, helicópteros de la generación Tiger o NH90. Probablemente no tendrá ningún equipo como cañones eléctricos o misiles hipersónicos, ni tendrá ninguna otra tecnología identificada como potencialmente perturbadora del campo de batalla de 2030...
Las razones de este puesto europeo
Por supuesto, este estancamiento temporal y tecnológico no es consecuencia de un solo factor. De hecho, es el resultado de varias decisiones y evaluaciones de situaciones durante los últimos 30 años. En primer lugar, es la doctrina de los “Beneficios de la Paz” la que debe ser cuestionada. Tras el colapso del bloque soviético, los líderes europeos emprendieron una rápida reducción de los medios militares a su disposición, debido a la desaparición del adversario que había justificado los gastos de defensa durante más de 50 años. El objetivo era obviamente reducir los presupuestos de los ejércitos, o al menos no aumentarlos más, lo que las cancillerías europeas aplicaron perfectamente durante más de 25 años. Los limitados medios de que disponían entonces los ejércitos no les permitieron renovar a tiempo los equipos, ni corregir su obsolescencia. De hecho, desde 2015 y el final de esta doctrina un tanto idealizada, los ejércitos europeos han estado concentrando sus medios no para prepararse para 2030, sino para ponerse al día con 2010.
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