A principios de esta semana, las autoridades alemanas confirmaron que querían adquirir 60 aviones de combate Typhoon así como 30 F/A 18 E/F Super Hornets y 15 EA 18 G Growlers para reemplazar al Tornado de la Luftwaffe asegurando las misiones de ataque, guerra electrónica y supresión de defensas, así como misiones de ataque nuclear en el marco de la OTAN. En la medida en que Berlín no planea abandonar su papel o el estatus que resulta de él dentro de la OTAN en relación con la disuasión nuclear, a pesar de los consiguientes límites del ejercicio desde un punto de vista operativo, su decisión y la distribución entre aviones alemanes y estadounidenses fue evidente.
En febrero de 2019, Berlín anunció que solo seleccionaría dos aviones para su licitación, a saber, el Typhoon de Airbus DS y el F18 de Boeing, eliminando efectivamente a los F35A de Lockheed aunque favoritos de la Luftwaffe y la OTAN. En este caso, fueron sobre todo las presiones políticas e industriales de Airbus, pero también las fuertes reservas de París contra el F35, las que sellaron el destino del avión Lockheed. En los círculos industriales aeronáuticos alemanes y franceses, el F35 se percibe de hecho como un dispositivo diseñado sobre todo para poner de rodillas a la industria aeronáutica militar europea, así como como una amenaza existencial contra el programa franco-alemán FCAS de aviones de combate de sexta generación. Que los argumentos presentados sean verdaderos o no importa poco a partir de ahora, ni El rendimiento real o supuesto del F35, ya que la decisión alemana se toma hoy.
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