Los occidentales a menudo tienen la molesta costumbre de plasmar sus propios puntos de vista tácticos y estratégicos sobre los ejércitos y equipos de otros países. Así es como muchos expertos y comentaristas militares han evaluó el desempeño del sistema S-400 no en el contexto de la defensa antiaérea multicapa integrada para la que fue diseñado, sino de forma aislada, creando sesgos analíticos que alteran significativamente la validez de las conclusiones presentadas. Lo mismo es cierto para varios equipos en producción en Rusia o China, en el campo de armaduras, aviones, barcos y sumergibles, y capacidades estratégicas.
Es este enfoque algo narcisista el que está en el origen de la actual inversión estratégica, con, por un lado, China que se ha posicionado en una trayectoria para jugar en pie de igualdad con Estados Unidos en 2035, y Rusia. que en pocos años ha vuelto a convertirse en un actor central de la geopolítica global, gracias a unos pocos programas que han alterado por sí solos el equilibrio de poder en Europa y Oriente Medio, en ambos casos sin que los occidentales puedan anticipar la situación antes de que aparezca a plena luz del día.
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