En el pequeño mundo de la cooperación europea en materia de defensa, las cosas no van tan bien como parecen. Porque si oficialmente, los fabricantes participan activamente apoyo del gobierno en estos programas, muchas dificultades, ya sean diferencias en cómo los programas se gestionan políticamente, o el reparto industrial entre las bases industriales de cada país, obstaculizan su buen funcionamiento, al menos de forma civilizada. El último problema hasta la fecha, las tensiones significativas entre los fabricantes franceses que participan en el programa FCAS y sus homólogos alemanes sobre el tema de cómo las autoridades políticas alemanas gestionan la propiedad intelectual de los programas que financian.
De hecho, tradicionalmente en Francia, los fabricantes conservan los derechos de propiedad intelectual de los equipos que desarrollan, incluso si el Estado tiene un estricto derecho de supervisión sobre el uso que se hace de estas tecnologías. En Alemania, por el contrario, toda la propiedad intelectual es propiedad del Estado, y este último otorga a los fabricantes un derecho de uso. Esto puede parecer un detalle, pero tiene graves consecuencias cuando hablamos de un programa de cooperación internacional. De hecho, para Berlín, no se trata de aceptar que un industrial proporcione "cajas negras tecnológicas" sin tener pleno conocimiento de estas tecnologías. Así, si el industrial fracasara, el Estado podría seguir explotando estas tecnologías transfiriéndolas a otro actor.
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