¿Está el programa Future Air Combat System, o FCAS, condenado al fracaso? Hace unos meses, tal idea habría desatado la furia de muchos funcionarios del Ministerio de las Fuerzas Armadas, en la DGA e incluso en el Elíseo. Pero hoy es razonable preguntarse cómo el programa no pudo fallar, dados los muchos problemas críticos que han surgido en las últimas semanas. Después de la exigencia alemana de obtener una gestión compartida entre Safran y MTU sobre el pilar de propulsión del programa, y esto a pesar de la experiencia más que limitada del fabricante de motores alemán en este tipo de propulsante, entonces la relativa a la transferencia de propiedad intelectual en las tecnologías integradas en el programa, incluso las de programas anteriores, el anuncio de Berlín sobre el desarrollo un segundo demostrador del pilar Next Generation Fighter, o NGF, el avión de combate de nueva generación del programa FCAS, creó un claro retroceso por parte de los fabricantes franceses, y en particular de Dassault Aviation, al considerar las demandas alemanas "irrazonables".
Hace unos días, fue el turno de Madrid de socavar la marcha del programa, anunciando que el gobierno español esperaba obtener el 30% de la actividad industrial global del programa para sus industrias. Evidentemente, tal requerimiento no fue anticipado por los industriales ni por los encargados del programa, ya que allí nuevamente las reacciones variaron desde el asombro hasta el profundo silencio. Es cierto que ella pregunta por la calidad de las negociaciones preliminares sobre el reparto industrial y tecnológico entre los tres países, ya que parece que éste es de geometría variable, y que da la impresión de que puntos que, sin embargo, son esenciales y prioritarios cuando se trata de un programa de cooperación de decenas de miles de millones de euros, no fueron grabado en piedra para cerrar la puerta a cualquier deseo de renegociación dinámica.
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