La guerra de Ucrania ha generado una cierta radicalización a nivel de relaciones internacionales, en Europa por supuesto, pero también en todo el planeta. En este contexto, la Venezuela del presidente Maduro no dejó de jugar una carta importante, al mostrar un apoyo inquebrantable a Moscú desde el inicio del conflicto, y al votar sistemáticamente en contra de los textos dirigidos a la Federación Rusa en Naciones Unidas. Para Caracas, se trata de asegurarse la buena voluntad del Kremlin, cuyo apoyo militar y en términos de exportación de armas son fundamentales para mantener el régimen. Si el acercamiento con Moscú y Beijing data del período chavista, se intensificó bajo el régimen de Maduro, al haber obtenido Venezuela de Rusia condiciones favorables para adquirir nuevos equipos, en particular aviones de combate Su-30.
Este nuevo paso dado por Caracas no deja de generar profundas preocupaciones en todo el país, particularmente en Colombia, mientras que los dos países mantienen relaciones más que tensas desde 2015, sobre todo porque el presupuesto de defensa de Venezuela es 12 veces inferior al de su vecino, el sin embargo, el país tiene una fuerza armada mucho mejor equipada, con tanques pesados T-72, helicópteros de combate Mi-35 y cañones autopropulsados 2S19 Msta-S, de los cuales carecen las fuerzas armadas colombianas, organizadas durante mucho tiempo principalmente para la lucha contra el terrorismo. contra las FARC y la lucha contra los narcotraficantes que controlaban en parte el país. En estas condiciones, el anuncio hecho el 10 de mayo por el presidente estadounidense Joe Biden, según el cual Colombia ahora se suma a la lista de los principales países aliados que no pertenecen a la OTAN, sugiere un probable endurecimiento de las relaciones entre los dos países sudamericanos.
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