El pasado mes de julio, gran parte del ámbito de la defensa francesa estaba furioso, después de que la Comisión Europea adjudicara a la española SENER Aeroespacial, apoyada por la alemana Diehl y varias otras empresas europeas, el diseño del programa EU HYDEF para el Interceptor de Defensa Hipersónico Europeo, que debería permitiría crear un sistema para detectar e interceptar misiles hipersónicos, una amenaza que ahora se ha vuelto mucho más precisa desde el uso de Kinzhals rusos en Ucrania. De hecho, todas las empresas seleccionadas por Bruselas no tienen experiencia ni en el campo de la intercepción balística ni en el de las armas hipersónicas. Lo que no es el caso de las empresas francesas, que por un lado produce el sistema antiaéreo y antibalístico SAMP/T Mamba y su variante naval dentro de la empresa conjunta franco-italiana Eurosam que reúne a MBDA, Thales y Leonardo. Estas mismas empresas francesas también están involucradas en el diseño del futuro misil hipersónico nuclear destinado a reemplazar el misil supersónico ASMPA, y en el desarrollo del demostrador de planeador hipersónico V-MAX con ONERA.
Más allá de que esta decisión haya privilegiado el lado “europeo” del proyecto sobre su aspecto operativo, aunque los tiempos probablemente no se presten a tales consideraciones, otra característica del programa es cuanto menos sorprendente: su presupuesto. De hecho, el EDF ha planeado dedicar 110 millones de euros al programa, una cantidad que ya parecía particularmente baja en ese momento, y aún más hoy. De hecho, como parte de la preparación del presupuesto del ejército de EE. UU. para 2024, la Fuerza Espacial de EE. UU., el nuevo ejército dedicado al espacio de las fuerzas estadounidenses creado en diciembre de 2019, también presentó un programa dedicado a contener la amenaza hipersónica. Para la Fuerza Espacial de los EE. UU., sin embargo, solo se trata de asegurar la detección y el seguimiento de estos misiles que combinan velocidades muy altas, trayectorias atípicas y capacidades de maniobra significativas, y no de interceptarlos, misión que corresponde a otros ejércitos estadounidenses, como la Marina de los EE. UU. usando misiles SM-6. Sin embargo, para cumplir esta misión requiere un presupuesto de 16 millones de dólares, 130 veces mayor que el asignado por la Comisión Europea a través del EDF.
Es cierto que los ejércitos estadounidenses tienen una cultura de consumo presupuestario mucho mayor que los de sus homólogos europeos con un programa idéntico. Por lo tanto, es habitual que los programas estadounidenses que ofrecen características industriales y tecnológicas muy cercanas a los europeos, pero también a los surcoreanos, tengan un presupuesto varias veces superior al de sus homólogos. Por ejemplo, un submarino de ataque nuclear de clase Virginia, ciertamente más imponente y con silos verticales, cuesta a los contribuyentes estadounidenses casi 2,5 veces más que el SSN de clase Suffren de la Marina. Asimismo, la fase de diseño del caza F-35A Lightning II, para las 3 versiones incluida la de despegue y aterrizaje vertical o corto, habrá costado casi 14 más que la que permitió desarrollar el Rafale en sus dos versiones principales, terrestre y naval. Sin embargo, la explicación de esta diferencia no se encuentra en un posible rendimiento excesivo del BITD europeo, sino en el nivel de ambiciones de ambos programas, polos opuestos entre sí.
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