Desde hace varios años, un número creciente de voces piden más drones, sistemas autónomos, robots e inteligencia artificial en las fuerzas armadas. Así, recientemente, Elon Musk afirmó con seguridad que ahora era absurdo obligar a los pilotos de aviones de combate a correr riesgos, cuando bastaba con enviar drones.
Más allá de los numerosos límites tecnológicos y operativos que parecen escapar en gran medida al asesor más cercano de Donald Trump, el uso de estos sistemas totalmente automatizados y de IA bien podría causar efectos aún más nocivos y peligrosos.
Así, en 2020, el think tank estadounidense Rand Corporation llevó a cabo un estudio para evolucionar estos efectos, si China y Estados Unidos hicieran un uso masivo de estos drones y de la IA, en un escenario de tensiones en el Pacífico Occidental. ¡Y los resultados fueron claros!
De hecho, los riesgos de que estas tensiones se transformen en un conflicto abierto entre los ejércitos estadounidenses y el Ejército Popular de Liberación serían directamente proporcionales a la proporción relativa de estos drones y la IA en sus respectivos inventarios.
Resumen
Arkhipov y Petrov, estos jóvenes oficiales soviéticos que impidieron dos veces el inicio de una guerra nuclear
Dos veces durante la Guerra Fría, la frialdad y la sagacidad de los jóvenes oficiales rusos salvaron al mundo de una guerra nuclear. En octubre de 1962, en plena crisis de los misiles cubanos, Vasily Arkhipov, entonces oficial político a bordo del submarino B-59, se opuso al uso de un torpedo armado con una cabeza nuclear contra la flota estadounidense, a pesar de las reglas de enfrentamiento especificadas por Almirante Fokhine antes de la salida.
Como en un mal escenario de la serie B, el B-59 no había recibido la contraorden enviada por el Almirantazgo ruso, enviada mientras intentaba escapar de la detección de un destructor de la Marina estadounidense. Contra la decisión del comandante del barco, el joven político se opuso firmemente al lanzamiento de un torpedo nuclear contra la flota estadounidense, salvando al mundo de una destructiva escalada nuclear.
En septiembre de 1983, en el apogeo de la crisis de los euromisiles, Stanislav Petrov, oficial de servicio en la estación de radar estratégico Serpukhov-15 al sur de Moscú, mantuvo la calma cuando cuatro misiles balísticos aparecieron en sus pantallas, dirigiéndose hacia la Unión Soviética. El joven oficial analizó rápidamente la situación y concluyó que había un error del sistema debido al bajo número de misiles enviados.
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Artículo publicado inicialmente el 30 de enero de 2020, actualizado de acuerdo con noticias recientes